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sábado, 24 de octubre de 2015

Reto de Lectura 2015 - Una autobiografía: Mis recuerdos, de Rabindranath Tagore



Mis recuerdos (título poco específico para una autobiografía, todo hay que decirlo) es la narración de algunas de las memorias de Rabindranath Tagore, un poeta y filósofo que fue el primer asiático (y el único indio, si no me equivoco) en recibir el Premio Nobel de Literatura, y del cual jamás había oído hablar hasta este verano. Debo admitir que esto es un poco inusual. Normalmente si lees una autobiografía es porque sabes algo sobre ese autor y te gustaría conocer más su trasfondo: cómo vivió, cuáles fueron sus experiencias, qué inspiró sus obras… Básicamente se trata de un deseo de conocer mejor al ser humano detrás del escritor, poeta en este caso.

Lo cierto es que, si el objetivo es informarse, este libro no es la mejor opción. Tagore cuenta algunas cosas interesantes en este sentido, como sus primeros acercamientos a la poesía, la situación de vivir con los criados durante casi toda su niñez, o el viaje con su padre al Himalaya. Pero en general no parece muy interesado en dar un relato exhaustivo sobre su vida. Hay un capítulo entero sobre la primera vez que experimentó la muerte de un ser querido y ni siquiera menciona de quién se trataba: tienes que leer las notas a pie de página para enterarte del contexto. ¡Qué cosa más extraña para una autobiografía! ¿Para qué contar tu vida si tu objetivo no es… pues eso, contar tu vida? Una cosa está clara, sin embargo: Tagore no engaña a nadie. Desde el primer párrafo de esta obra, que también fue lo único que necesité para saber que esta lectura valdría mucho la pena, deja claras sus intenciones:

No sé quién pintó las imágenes de mi vida impresas en mi memoria. Pero quienquiera que sea, es un artista. No coge su pincel simplemente para reproducir todo lo que sucede, sino que conserva cosas o las descarta según le parece. Convierte lo grande en pequeño y lo pequeño en grande; no tiene reparos en relegar cosas a un segundo plano y al revés. Para abreviar, su tarea es pintar imágenes, no escribir historia.

Ahí está. Ése es el propósito de esta obra: hacer literatura.

En serio, sólo con ese párrafo podrían escribirse ensayos y manuales enteros acerca del arte de poner palabras sobre un papel. Pero tranquilos, que yo no voy a hacerlo: sólo quería dejar clara mi admiración. En cinco simples frases, este autor del que no sabía nada me había hablado con total honestidad de lo que era este libro: un intento de dar forma artística a sus recuerdos, no una visión fotográfica de los mismos. Es como si me hubiera dicho: «Voy a esforzarme al máximo por crear algo que valga la pena leer a partir de las imágenes que tengo de mi vida, y eres más que bienvenida a compartirlas. Pero si lo que quieres es información, detalles y objetividad, léete un artículo de Wikipedia».

Como me decía mi padre, que fue quien me recomendó esta lectura, se trata de un libro para tener en casa. Es más, yo añadiría que para todo el que quiera escribir se trata de un libro para leerlo con una libreta al lado y estudiarlo: subrayando, tomando nota, copiando frases que llamen tu atención, analizando por qué están tan bien escritas, qué recursos emplea el autor, etc. Yo desde luego me arrepiento de no haberlo hecho así, porque este libro, si lo lees de forma activa, es mejor escuela que diez manuales y cinco talleres sobre cómo escribir bien. Es por obras como ésta que no estoy de acuerdo con esa idea de que los libros no se leen por segunda vez hasta que te jubilas. Por mi parte, estoy segura de que volveré a visitar los recuerdos de Tagore más pronto que tarde.

De momento, puedo estar agradecida de que esta lectura me haya abierto la puerta a su obra poética. Y para hacer honor a ello, así como para no aburrir más, termino esta reseña con uno de sus poemas.

Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.

Desperté, y vi
que la vida era servicio.

Serví, y vi
que el servicio era alegría.

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