La portada de la edición que he leído, o tu pesadilla de las próximas noches. De nada.
El
auténtico miedo era tratar de cerrar la ventanilla de tu hijo mientras un perro
rabioso te babea sobre las manos.
Del mismo modo que para buscar un libro divertido
sabía que podía recurrir a Oscar Wilde, cuando vi esta categoría supe de
inmediato que Stephen King era mi mejor opción. ¿Cómo no iba a serlo? Es
Stephen King, señores. ¿Habéis visto alguna vez ese capítulo de Friends en el que Joey mete el libro de El resplandor en la nevera porque “así
se siente más seguro”? Bueno, con El
resplandor no sé, pero cuando leí Misery,
a mí tampoco me habría importado tener algo de espacio en el congelador. Lo que
quiero decir es que no por nada se considera a Stephen King uno de los grandes
maestros del suspense. No tenía duda de que escogería una de sus obras para
esta categoría.
De lo que ya no estaba tan segura era de querer leer
esta novela en concreto. Recuerdo haberme quedado un rato parada en la
biblioteca, con el libro en la mano, dudando. ¿De verdad quería leer Cujo, la historia de un san bernardo que
se vuelve rabioso y empieza a atacar a la gente? Porque los relatos de
fantasmas, vampiros y niños con un don de premonición son una cosa, pero no
sabía si mi subconsciente estaba preparado para semejante dosis de terror
psicológico a partir de una situación realista y perfectamente posible. Al final
me decidí a poner a prueba mi sensibilidad lectora, ya que no lo hago tan a
menudo. Todo el mundo tiene que subirse a una montaña rusa alguna vez en su
vida, ¿no? Aunque sea una montaña rusa peluda, de cien kilos, con dientes
afilados y ojos inyectados en sangre.
Debo admitir que al principio temía que esta fuera la
novela que me hiciese odiar a Stephen King, pero no ha sido el caso. Es un
libro fascinante, aunque mis temores de que fuese “no apto para hipersensibles”
también se vieron confirmados: se trata de trescientas páginas de tensión y
angustia ininterrumpidas, y digo ininterrumpidas de forma bastante literal: el
libro consta de un único capítulo, cosa que hace muy difícil decidir dónde
poner el señalador, y más teniendo en cuenta que ya de por sí cuesta separar
los ojos de las páginas.
Hay gente a la que le parece demasiado densa la forma de escribir de Stephen King… y en parte estoy de acuerdo, pero también pienso que todas esas parrafadas que al principio parecen puro relleno en realidad contribuyen a crear la atmósfera de suspense en la historia. No solo eso, sino que también sirven para ponerle los nervios de punta al lector: que te cuenten los problemas cotidianos y familiares de los personajes cuando sabes que dos páginas después te vas a encontrar con una bestia enloquecida intentando matarles es algo que mantiene tu corazón en un puño. Stephen King sabe que el miedo y la inquietud están precisamente en la normalidad: en la sugerencia de que, por muy corriente que sea tu día a día, siempre puede ocurrirte algo horrible para lo que no estás preparado. Y puede que no sea culpa de nadie. Simplemente te ha tocado y ya está.
Hay gente a la que le parece demasiado densa la forma de escribir de Stephen King… y en parte estoy de acuerdo, pero también pienso que todas esas parrafadas que al principio parecen puro relleno en realidad contribuyen a crear la atmósfera de suspense en la historia. No solo eso, sino que también sirven para ponerle los nervios de punta al lector: que te cuenten los problemas cotidianos y familiares de los personajes cuando sabes que dos páginas después te vas a encontrar con una bestia enloquecida intentando matarles es algo que mantiene tu corazón en un puño. Stephen King sabe que el miedo y la inquietud están precisamente en la normalidad: en la sugerencia de que, por muy corriente que sea tu día a día, siempre puede ocurrirte algo horrible para lo que no estás preparado. Y puede que no sea culpa de nadie. Simplemente te ha tocado y ya está.
La reacción más humana ante un mensaje así
probablemente sea volverse paranoico, hacerse una armadura con los trastos que
uno tiene por casa y decir: “no salgo por si me atropella un coche” (o, en este
caso, por si me cruzo con un perro rabioso en un lugar apartado y ese es justo
el momento que el motor de mi coche elige para morir). Yo he tenido esa
sensación tras leer Cujo, lo admito,
pero luego he pensado que una mejor reacción es verlo como una parte de la vida
que hay que aceptar. El miedo está bien para la ficción, produce adrenalina y
te reta a enfrentar situaciones que jamás querrías vivir en la realidad, pero
no es bueno trasladarlo a nuestra vida cotidiana. Cuando el miedo dirige
nuestras pequeñas decisiones de cada día, no vivimos: solo sobrevivimos. Y eso
no vale la pena.
Siempre que no se pierda esto de vista, sí que recomiendo leer Cujo; como ya dije, es una novela muy buena, llena de intriga y atrapante a más no poder. En mi opinión se pasa un poco de cruel a veces (lo del final ya es mala leche, Stephen, no me digas), pero consigue que sigas leyendo igualmente. Digamos que, al menos para mí, es uno de esos libros que probablemente no volveré a leer pero que me alegro de haber leído una vez, al menos.
Claro, esto ya depende de los gustos y sensibilidad de cada uno. Pero si veis que os asusta demasiado, recordad que siempre podéis hacerle un sitio en la nevera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario