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lunes, 13 de abril de 2015

Reto de Lectura 2015 - Un libro divertido: El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde

La edición que he leído, aunque no sé, esa portada no acaba de convencerme como representación de esta historia.


El problema con este reto de lectura son las categorías como esta. Es una categoría en la que se supone que deberías meter un libro después de leerlo, no antes. Es decir, ¿cómo se supone que voy a ir a la biblioteca y elegir “un libro divertido”? ¿Cómo decido si es divertido, por la portada? Puedes ponerte a buscar en internet “libros divertidos” y fiarte de lo que alguien ha puesto en una página web, como acabé haciendo yo en este caso, pero eso no te garantiza nada. Y menos en algo tan subjetivo como el humor. ¿Quién me asegura que lo que le ha hecho gracia a la persona que creó esa lista también me hará gracia a mí? ¿Y si no me río? Digamos, en fin, que elegir un libro para esta categoría no ha sido fácil. Para asegurarme de que no iba a equivocarme por completo, sabía que tenía que recurrir a un autor que ya hubiera leído antes y supiera que puede hacerme reír con una narración. Y desde luego, ¿quién mejor para eso que el escritor que se convirtió en el rey de los comentarios ingeniosos mucho antes de que existiera Twitter? Eso es: elegí a Oscar Wilde. Sí, porque seguro que el autor de historias tan tronchantes como “El ruiseñor y la rosa”, “El amigo leal” y El retrato de Dorian Gray sería la opción perfecta para un relato cómico. ¡Obviamente!

Dicho así parece un sinsentido, pero en realidad no lo es: Oscar Wilde tenía talento para inquietar, entristecer y hacer reír a partes iguales en sus escritos. En concreto El fantasma de Canterville es, efectivamente, una historia llena de humor. La situación de poner a una familia estadounidense moderna viviendo en un castillo embrujado típico de las leyendas inglesas de fantasmas es un contraste genial. Oscar Wilde aprovecha este escenario para reírse tanto del materialismo americano de la época como de la superstición y la credulidad más típicos de algunos europeos, pero además lleva la situación a extremos tan absurdos como brillantes; por ejemplo, que el embajador de Estados Unidos oiga las cadenas del fantasma por la noche y salga al pasillo para ofrecerle una botella de “engrasador Tammany-Sol-Naciente”, así como la reacción del pobre fantasma ultrajado. Toda la narración está llena de detalles así.

Quizá la única pega es que, para un escenario con tantas posibilidades, la historia se hace muy corta. Pero sinceramente, si el mayor defecto de una historia es que te deja con ganas de más, es que está haciendo algo bien. Además, para eso está la imaginación. El fantasma de Canterville es un relato creativo, original y, ciertamente, divertido: muy recomendable para cualquiera. Claro que, si hay algo firmado por Oscar Wilde que no sea recomendable, yo todavía no lo he leído.

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